Del término resiliencia hacia una reflexión del concepto: Ciudades Resilientes
febrero
de 2021
La especie Homo sapiens fue
capaz de sobrevivir en el mismo ambiente, mejorando su cultura material. Tanto
la evolución como el cambio cultural pueden ser considerados como adaptaciones
al medio ambiente.
V. Gordon Childe
Los seres humanos se han adaptado a lo largo de la historia a diversos fenómenos de la naturaleza y de las ciudades manifestados en forma de fuerzas exógenas al medio ambiente urbano en que habitan; por lo que resistir, recuperarse y adaptarse han sido para el ser humano procesos inevitables para garantizar su supervivencia dentro de las ciudades.
La Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres ISDR por sus siglas en ingles, a través de su publicación “2009 UNISDR Terminología sobre Reducción del Riesgo de Desastres” derivada del Marco de Acción de Hyogo 2005-2015, pone de manifiesto la divulgación de una terminología internacional normalizada que tiene por objetivo ser utilizada en la “elaboración de programas y el desarrollo institucional, las operaciones, la investigación, los programas de formación y los programas de información pública” (ISDR, 2009). Dentro del conjunto de términos que podemos hallar en éste texto, se encuentran: resiliencia, vulnerabilidad, riesgo y prevención, mismos que serán abordados más adelante.
El término “resiliencia” se localiza
dentro de éste documento, definiéndolo como: “La capacidad de un sistema,
comunidad o sociedad expuestos a una amenaza para resistir, absorber, adaptarse
y recuperarse de sus efectos de manera oportuna y eficaz, lo que incluye la
preservación y las restauración de sus estructuras y funciones básicas” (ISDR,
2009: 28)
Significado y usos del término “resiliencia”
La composición etimológica de la palabra resiliencia, está dada por el prefijo latino re y el verbo salire que significa brincar o saltar, por lo que resiliencia es la cualidad del que vuelve a saltar y quedar como estaba (en línea). Existen distintas disciplinas que han empleado el término, entre las primeras están la Física y la Ecología. Para la Mecánica como parte de la Física y particularmente en la mecánica de materiales, la “resiliencia de un material representa físicamente la capacidad de éste de absorber energía sin ningún daño permanente en el material” (Hibbeler, 2006: 96); es decir, la resiliencia es la propiedad elástica de un material para regresar a su condición original después de haber sido deformado a causa del sometimiento a un esfuerzo.
En Ecología, la palabra resiliencia fue empleada
por Holling para poner en evidencia que, ante una perturbación, un ecosistema
puede mantener su trayectoria mediante múltiples cambios y adaptaciones; así,
Holling define a la resiliencia como “la capacidad adaptativa de un ecosistema
para mantener sus funciones habituales mientras afronta procesos disruptivos o
de cambio severo” (Holling en Fernández y Morán, 2012: 134).
En el caso de la Psicología, Boris
Cyrulnik emplea el término de resiliencia para describir “la resistencia al
sufrimiento y señala tanto la capacidad de resistir las magulladuras de la
herida psicológica como el impulso de reparación psíquica que nace de la
resistencia” (Cyrulnik en Griffa: 3). En este sentido, Griffa menciona que la
resiliencia “es un proceso que permite al individuo salir fortalecido y
transformado por las experiencias de choque con la adversidad y el trauma”.
Es posible apreciar de acuerdo con las definiciones anteriores que los usos del término resiliencia son diversos y se adaptan a cada disciplina de acuerdo con los intereses que cada una persiga y qué tanto le sea útil para definir diversos procesos y fenómenos. Si bien, existe entonces un concepto de resiliencia para cada una de éstas disciplinas, éstos contienen elementos en común que logran componer el término en general. Por tanto, podemos decir que la “resiliencia” es un proceso mediante el cual un objeto, material, sistema o persona, tiene la capacidad de resistir una fuerza, fenómeno, crisis o evento traumático, deformarse y recuperarse adaptándose a las condiciones posteriores al retiro del trauma.
Para que sea posible hablar de resiliencia
debe existir un conjunto de elementos y factores que nos conducirán a una etapa
o proceso de resiliencia. De acuerdo con las definiciones que ya se han dado,
debe haber un objeto y una fuerza que sea aplicada a dicho objeto; una vez
aplicada la fuerza, el objeto debe tener capacidad de resistencia, es decir,
debe poder deformarse, pero no debe romperse; posteriormente al retirarse la
fuerza, el objeto puede entrar en el proceso de resiliencia y recuperar sus
propiedades. Es necesario hacer mención que el retiro de la fuerza es una
condición fundamental en el proceso. Éste proceso pareciera explicar la
resiliencia desde un enfoque de la Física, sin embargo bastaría cambiar el objeto
por una persona y la fuerza por un
trauma o crisis para que el enfoque pueda abordarse desde la Piscología, por
ejemplo. Por tanto, es importante señalar, que la resiliencia es un proceso que
sólo puede llevarse a cabo una vez que la fuerza o trauma hayan dejado de
incidir en el objeto, persona o sistema; y que éstos hayan resistido o
sobrevivido.
¿Ciudades resilientes? o ¿resiliencia en las ciudades?
En mayo de 2010, la oficina de las Naciones Unidas para la Reducción de Riesgo de Desastres (UNISDR), a través de la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres de las Naciones Unidas (EIRD), lanzó la Campaña denominada “Desarrollando Ciudades Resilientes: Mi Ciudad se está preparando”, elaborando un manual que lleva por nombre “Cómo desarrollar ciudades más resilientes. Un Manual para líderes de los gobiernos locales”, cuyo propósito central es lograr un mayor compromiso de los gobiernos locales con las reducción del riesgo de desastres y bajo los términos del Marco de Acción de Hyogo 2005-2015 contribuir al aumento de la resiliencia de las naciones y las comunidades frente a los desastres.
Ésta estrategia (EIRD), se enfoca en términos de desastre a los ocasionados por la naturaleza y la forma en que las ciudades deben estar preparadas para ser “resilientes” ante los fenómenos naturales que las afectan. Para la EIRD, una ciudad resiliente a los desastres es: una ciudad en la que se reduce el riesgo de desastres porque las viviendas cumplen con los códigos de construcción; que tiene un gobierno local incluyente, competente y responsable que vela por una urbanización sostenible; en la cual las autoridades locales y la población comprenden sus amenazas; en la que las personas están empoderadas para participar, decidir y planificar su ciudad conjuntamente con las autoridades; ha tomado medidas para anticiparse a los desastres y mitigar su impacto, mediante el uso de tecnologías de monitoreo; es capaz de responder, implementar estrategias inmediatas de recuperación y restaurar rápidamente los servicios básicos. (Manual, 2013)
La definición y características para una ciudad resiliente de acuerdo al manual, es bastante amplia, comprende aspectos que tienen una base sólida en la preparación y prevención de riesgos a desastres provocados por fenómenos naturales, incluyendo el cambio climático. Y para ello, el manual publica diez aspectos o puntos para lograr ciudades resilientes:
1. Establezca la organización y la coordinación necesarias para comprender y reducir el riesgo de desastre dentro de los gobiernos locales, con base en la participación de los grupos de ciudadanos y de la sociedad civil —establezca alianzas locales. Vele porque todos los departamentos comprendan su papel y la contribución que pueden hacer a la reducción del riesgo de desastres y a la preparación en caso de éstos.
2. Asigne un presupuesto presupuesto para la reducción del riesgo de desastres y ofrezca incentivos a los propietarios de viviendas, las familias de bajos ingresos, las comunidades, los negocios y el sector público para que inviertan en la reducción de los riesgos que enfrentan.
3. Mantenga información actualizada sobre las amenazas y las vulnerabilidades, conduzca evaluaciones del riesgo y utilícelas como base para los planes y las decisiones relativas al desarrollo urbano. Vele por que esta información y los planes para la resiliencia de su ciudad estén disponibles a todo el público y que se converse acerca de estos propósitos en su totalidad.
4. Invierta y mantenga una infraestructura que reduzca el riesgo, tales como desagües para evitar inundaciones y, según sea necesario, ajústela de forma tal que pueda hacer frente al cambio climático.
5. Evalúe la seguridad de todas las escuelas e instalaciones de salud y mejórelas cuando sea necesario
6. Aplique y haga cumplir reglamentos de construcción y principios para la planificación del uso del suelo que sean realistas y que cumplan con los aspectos relativos al riesgo. Identifique terrenos seguros para los ciudadanos de bajos ingresos y, cuando sea factible, modernice los asentamientos informales.
7. Vele por el establecimiento de programas educativos y de capacitación sobre la reducción del riesgo de desastres, tanto en las escuelas como en las comunidades locales.
8. Proteja los ecosistemas y las zonas naturales de amortiguamiento para mitigar las inundaciones, las marejadas ciclónicas y otras amenazas a las que su ciudad podría ser vulnerable. Adáptese al cambio climático al recurrir a las buenas prácticas para la reducción del riesgo.
9. Instale sistemas de alerta temprana y desarrolle las capacidades para la gestión de emergencias en su ciudad, y lleve a cabo con regularidad simulacros para la preparación del público en general, en los cuales participen todos los habitantes.
10. Después de un desastre, vele por que las necesidades de los sobrevivientes se sitúen al centro de los esfuerzos de reconstrucción, y que se les apoye y a sus organizaciones comunitarias para el diseño y la aplicación de respuestas, lo que incluye la reconstrucción de sus hogares y sus medios de sustento.
De acuerdo con los diez puntos anteriores que ofrece el manual, éstos son pasos decisivos para que los gobiernos locales puedan hacer que sus ciudades sean más resilientes a los desastres. Como ya se ha hecho mención, el enfoque del manual se orienta a la prevención y reducción de riesgos más que en el proceso que hemos tenido a bien llamar resiliencia. Los primeros nueve puntos que se deben llevar a cabo para conseguir ciudades resilientes, describen acciones que una ciudad tendrá que ejecutar para enfrentar fenómenos naturales y ser menos vulnerables al riesgo. Y únicamente el décimo punto se refiere a procesos de respuesta y reconstrucción de hogares y medios de sustento después del desastre; es decir, sólo uno de los diez puntos se asemeja en una pequeña parte al proceso de resiliencia que se da posterior al evento traumático, es decir, posterior al desastre.
En las ciudades, el riesgo puede entenderse como “el resultado de relacionar la amenaza, o probabilidad de ocurrencia de un evento, y la vulnerabilidad de los elementos expuestos” (Cardona en Maskrey,1993:51). Así mismo, en la forma en que los fenómenos naturales y cómo éstos pueden afectar al territorio, la vulnerabilidad puede entenderse como: “el grado de exposición a un riesgo, o más específicamente, la condición en la cual los asentamientos humanos o las edificaciones se hallan en peligro debido a su proximidad a una amenaza, ya sea debido a su localización o a la calidad de su construcción” (Oliver y Aysan en Maskrey, 1993: 43). Ian Davis por su parte, define al riesgo como “el grado relativo de probabilidad de que ocurra un evento amenazador. Una zona de falla activa será un área de alto riesgo”; y la vulnerabilidad como la “condición en la cual los asentamientos humanos o las edificaciones se encuentran en peligro en virtud de su proximidad a una amenaza, la calidad de la construcción o ambos factores” (Davis en Maskrey, 1993:42)
Así pues, mientras más vulnerable en condiciones físicas de ubicación y construcción sea una población, mayor será el riesgo que se corra ante una posible amenaza propiciada por una fenómeno natural como los son terremotos, huracanes, lluvias, etc. Por tanto, si la vulnerabilidad depende por ejemplo de la ubicación cercana de un asentamiento a un zona de posible amenaza ó de la calidad de las construcciones del asentamiento, es posible reducir la vulnerabilidad y en consecuencia el riesgo mediante la intervención de la vulnerabilidad física; es decir, a través de medidas de prevención y mitigación como: reducir al mínimo posible los daños materiales a través de la modificación de la resistencia de los elementos expuestos, mediante la planificación del medio, la reglamentación de uso del suelo, seguros, preparativos para la emergencias y educación (Cardona en Maskrey,1993:63). En éste sentido, Cardona concluye que sólo con la incorporación de medidas de prevención en los planes de desarrollo es posible reducir riesgos de desastre.
Entonces, hablar de resiliencia como un proceso de recuperación posterior a un evento de desastre, seria el resultado del grado de vulnerabilidad del elemento sometido; es decir, a mayor vulnerabilidad mayor riesgo y desastre, por tanto, se tendrían que recuperar y restablecer un mayor número de elementos físicos y básicos de un asentamiento que ha sido devastado, y, en consecuencia la resiliencia será mayor.
Volviendo al Manual “Como desarrollar
ciudades más resilientes” y a los diez puntos para lograr ciudades resilientes, es notable el enfoque preventivo
orientado a aspectos que permitirán a las ciudades estar más preparadas
reduciendo el riesgo a un desastre. En éste manual, se observan tres limitantes
principales en la concepción de la resiliencia: la primer limitante quisiéramos
referirla a que, el manual establece de manera mínima procesos de resiliencia
al otorgar únicamente un punto a las acciones que se deberán llevar a cabo para
la recuperación de la ciudad posteriores a un desastre. La segunda limitante y
que tiene que ver con la primera, se refiere al punto diez que es el que más se
acerca a establecer un proceso de resiliencia, éste se enfoca sólo a una
recuperación y reconstrucción dentro del contexto físico y material de la
ciudad, dejando de lado a la resiliencia en otros contextos como el social,
cultural, individual (psicológico). Y la tercer limitante tiene que ver con que
el manual sólo establece acciones para riesgos derivados de fenómenos naturales
y no así para operar ante eventos de carácter económicos como las propias
crisis económicas, la pobreza, el desempleo; eventos de carácter social, cultural,
político, así como de salud; todos éstos, son eventos que también impactan
generando crisis en las ciudades y sus habitantes, presentándose de manera más frecuente que un
fenómeno natural.
¿La resiliencia es un estado o un proceso?
En párrafos anteriores hablamos de la resiliencia como un proceso mediante el cual un objeto, persona o sistema era capaz de recuperarse, reconstruirse o adaptarse después de un impacto. Jean-Pierre Pourtois menciona que “la trayectoria de la resiliencia raramente se constituye siguiendo una vía directa… a menudo adopta atajos que implican la mezcla de recorridos identitarios variados…” Por consecuencia, la resiliencia se trata de un proceso ya que se inscribe en una temporalidad que determina su sentido y modifica constantemente su forma.
Así como en la Física, el límite de la resiliencia en un material es su límite elástico, después de sobrepasar dicho límite su deformación será plástica, es decir, permanente e irreversible hasta llegar a su punto de ruptura; también desde un enfoque de la psicología, el límite de la resiliencia en una persona es el abandono. En este sentido la resistencia en el ser humano estaría dada por el arte de la relación a partir del sostén afectivo, social, verbal, y cultural; todo ello forma parte de un contexto seguro del ser humano para afrontar un trauma y ser resiliente. El trauma es un choque violento que pone a prueba los umbrales de la tolerancia del aparato psíquico generando un trastorno de identidad. Y cuando el trauma se vuelve demasiado agudo y la persona no es capaz de resistir, se dice que entra en un estado de muerte psíquica del que le será casi imposible recuperar su vida anterior al trauma.
Siguiendo con el discurso de Pourtois, son
cuatro las condiciones para que se de la resiliencia: la primera consiste en la
identificación y/o reconocimiento del acontecimiento traumático; la segunda
consiste en el intento de superar la sensación de terror teniendo resistencia
a la tentación de dejarse caer en el abismo; la tercera es preservar el
potencial de desarrollo al menos parcialmente; y la cuarta, la propensión a
proseguir su desarrollo de un modo renovado, original y emancipador. El enfoque de Pourtois, también da pie a
entender la resiliencia como un proceso que únicamente puede darse posterior a
una crisis. No es posible entonces hablar de resiliencia mientras no exista un
evento traumático o desastre que sea reconocido, por lo tanto, establecer
acciones preventivas para afrontar un evento, es únicamente eso, prevenir para
reducir el riesgo.
El proceso después de la catástrofe. Del mito a la realidad
¿Se puede planificar la resiliencia? Ésta es una interrogante que nos hemos planteado a partir del manual mencionado en líneas anteriores, el cual, pretende establecer acciones a modo de planeación para obtener como resultado ciudades más resilientes. Sin embargo, como hemos mencionado ya en varias ocasiones, la resiliencia es un proceso posterior a un evento traumático que depende del grado de vulnerabilidad y riesgo ante un fenómeno, siendo posible planear para prevenir; pero si no se conoce la magnitud de la amenaza, por ende, se desconoce la magnitud del impacto que tendrá en la ciudad, y todas las acciones realizadas para prevenir servirán para dar capacidad de resistencia, pero no así para recuperarse, reconstruirse o adaptarse.
Ian Davis, en su libro “Arquitectura de
emergencia” da muestra de procesos y acciones llevados a cabo en ciudades que
fueron impactadas por un fenómeno natural ocasionando desastres. Los ejemplos a
los que alude son parte de su experiencia y los plantea a través de cinco
visiones o etapas: vulnerabilidad, actitudes sociales, necesidades de refugio,
reconstrucción y ayuda; éstas a su vez se componen de dos versiones: la primera
es el mito o situación falsa, que se refiere a los que comúnmente se cree sobre
las catástrofes y sus consecuencias; la segunda es la realidad o situación
real, refiriéndose a ésta como los sucesos que con base en su experiencia
asistiendo a esos eventos componen la verdadera situación de la sociedad
después de un desastre. Algunos de los ejemplos más representativos de Ian
Davis se pueden observar en la siguiente tabla:
A) VULNERABILIDAD |
|
MITO SITUACIÓN FALSA |
REALIDAD SITUACIÓN REAL |
Las catástrofes son motivadas por fenómenos naturales:
terremotos, inundaciones, huracanes, etc. |
Las catástrofes son motivadas por fenómenos naturales cuando éstos chocan con una condición
peligrosa. |
B) ACTITUDES SOCIALES |
|
La gente, aturdida, se quedará pasiva, esperando que les venga
la ayuda y el auxilio. |
Al contrario: la reacción normal es que haya un instinto de
propia conservación que permite que la gente encuentre soluciones a sus
propios problemas. |
C) NECESIDADES DE REFUGIO |
|
Las autoridades tienen que proveer un gran número de
alojamientos para las familias que se han quedado sin hogar. |
Al contrario: la mayoría de las familias sólo acuden a los
refugios oficiales cuando les fallan las demás alternativas. |
Después de una catástrofe la gente estará dispuesta a vivir en
tipos de vivienda desconocidos. |
Las sociedades se adaptan, pero en muchos casos en que se
suministraron tipos de refugio nuevos o desconocidos se produjeron formas de
rechazo cultural. |
Durante el periodo de emergencia la gente estará dispuesta a
vivir en refugios sociales. |
Al contrario: la gente tiende a aferrarse a la unidad familiar,
y en los casos en que se daban facilidades, éstas no gozaron de gran estima. |
D) RECONSTRUCCIÓN |
|
Antes de la reconstrucción se necesita alguna forma de vivienda
provisional. |
En el tercer mundo la reconstrucción normalmente empieza
inmediatamente, y tiene lugar sin consideración a los planes del gobierno
para una nueva ubicación, etc. |
Los programas de reconstrucción llevados a cabo por agencias y
por los Gobiernos son una forma muy eficaz de resolver las necesidades de
vivienda. |
Es cierto lo contrario. Una respuesta indígena siempre será la
forma más rápida y eficaz, sobre todo para construir sus propias casas las
personas que se han quedado temporalmente sin empleo. |
La situación ideal (en una zona de grave riesgo) es volver a
ubicar a la comunidad en una zona segura. |
En los pocos casos en los que se ha dado una nueva ubicación a
la comunidad, los resultados han sido insatisfactorios, sobre todo desde el
punto de vista económico y social. |
E) LA AYUDA |
|
Una recuperación rápida depende de una rápida afluencia de
ayuda. |
A menudo ocurre precisamente lo contrario. Una gran afluencia de
ayuda puede inhibir los mecanismos de recuperación, y la iniciativa local se
hunde ante el avance de las <<relaciones de dependencia>>. |
Tabla 1. Elaboración a partir de Ian Davis.
De las experiencias de Ian Davis, llaman
la atención los procesos que se dan después de la catástrofe, principalmente en los que el mito plantea que
a partir de una planeación se puede dar solución a algunos problemas de la
comunidad, cuando en la realidad, es la comunidad quien conoce mejor la
problemática en la que se ve envuelta y por si sola se organiza para reconstruir su
medio sin hacer caso al Gobierno.
Conclusiones
La resiliencia es un proceso que inicia posterior al desastre y está determinado principalmente por la sociedad. Por lo tanto, la planeación anticipada al evento traumático es una reducción del riesgo al desastre. Es difícil tratar de establecer un método o una planeación ante la cual la sociedad se apegue para conseguir resiliencia ante un trauma. Lo más viable es garantizar que ante un desastre, existan los elementos (integración y redes sociales estables, apego social y cultural, el no aislamiento) necesarios en la sociedad para que ésta entre en resiliencia.
La resiliencia como proceso en las ciudades tras un desastre, crisis o evento que perturbe la vida en sociedad, debe ser abordada no solo con un enfoque de carácter técnico, sino también social, económico, cultural e individual. También deben proponerse programas para abordar las problemáticas causadas no sólo por fenómenos naturales, es importante poder identificar qué otros tipos de eventos sin ser naturales afectan con mayor frecuencia a las ciudades y sobre todo a sus habitantes.
Las acciones de recuperación, reconstrucción y adaptación para las ciudades que hayan sido devastadas por algún tipo de evento catastrófico, deberán considerar como prioridad al individuo para iniciar el proceso de resiliencia; es decir, es indispensable que en primer lugar sea la sociedad la que se recupere del trauma para que ésta se encuentre en condiciones de reconstruir su propia ciudad.
La Campaña “ciudades resilientes” lanzada por la EIRD,
no desarrolla el concepto de “resiliencia”, sólo toma el término y lo inserta
en un proceso montado sobre las bases del modelo de ciudad sostenible que
aborda prácticamente la preparación y la reducción del riesgo al desastre.
Una ciudad más preparada para hacer frente a un evento catastrófico, no necesariamente será la más resiliente.
Fuentes de Consulta
Davis, Ian. Arquitectura de emergencia. Barcelona, Gustavo Gili, 1978.
Hibbeler, R.C. Mecánica de materiales. Pearson Educación, 2006, México.
Kalawski, Juan Pablo. Haz, Ana María. “Y… ¿Dondé Está la Resiliencia? Una Reflexión Conceptual”. Revista Interamericana de Psicologia/Interamerican Journal of Psychology - 2003, Vol. 37, Num. 2 pp. 365-372
Madariaga, José María (coordinador). Nuevas miradas sobre la resiliencia. Ampliando ámbitos y prácticas. Barcelona, Gedisa, 2014.
Maskrey, Andrew (compilador). “Los desastres no son naturales”. 1993, La Red. http://www.oei.es/decada/portadas/Desnat.pdf
Metzger, P. y Robert, J. (2013). “Elementos de reflexión sobre la resiliencia urbana: usos criticables y aportes potenciales”. Territorios, 28, 21-40.
Serrano, Margarita. Castro, Borja. Serrano, Paula. Ortiz, Valeria. Terremoto después del terremoto. Trauma y resiliencia. Chile, Uqbar Comunidad Mujer, 2011.
ISDR.
2009 UNISDR Terminología sobre Reducción del Riesgo de Desastres.
Naciones Unidas, 2009. a partir de:
http://www.unisdr.org/files/7817_UNISDRTerminologySpanish.pdf
UNISDR.
Cómo desarrollar ciudades más resilientes. Un Manual para líderes de los
gobiernos locales. Panamá, 2013. a partir de:
http://www.eird.org/ americas/manual-alcaldes.pdf
En línea. http://etimologias.dechile.net/?resiliencia